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Ante cualquier acontecimiento o problema se requiere un esfuerzo adaptativo y se produce una respuesta inespecífica. Estas dos características responden a la definición original de estrés, el cual ha sido inherente al ser humano y ha determinado su capacidad de adaptación y supervivencia a lo largo de su historia.
Los seres vivos tienen la capacidad de adaptarse a las demandas que genera el ambiente y la vida cotidiana. Y es la naturaleza de las mismas o los recursos que tenga el receptor para superarlas, lo que determinará que los estímulos que se provocan se encuentren dentro de un rango que no rompa el equilibrio homeostático del ser vivo.
Por ello, el estrés no es negativo ni positivo en esencia. Sin embargo, un estrés mantenido en el tiempo provoca en el individuo enfermedades o incluso la muerte, de acuerdo a sus mecanismos fisiopatológicos. La medicina reconoce al estrés como una agresión a veces irreparable para los órganos y ha descrito sus efectos en los mismos según se considere agudo o crónico.
Es innegable que las emociones o estímulos en exceso de alegría, preocupación, ira, melancolía o miedo provocan estrés. Cuando se produce una amenaza para la supervivencia o la autoestima personal se responde con acciones de lucha (afrontamiento) o huida. En ocasiones, incluso, se puede producir todo lo contrario: la inacción. Encontrar una adecuada reacción ante los acontecimientos cotidianos conlleva un importante trabajo de desarrollo personal, pues dichas reacciones no solo están dirigidas por el cuerpo físico (reacciones del sistema nervioso, motor o endocrino) sino que se hallan codirigidas por contextos emocionales.
Para la medicina tradicional china (MTC), cualquier ser vivo se compone de una parte física y otra parte emocional o espiritual que en su conjunto formarán la energía global del individuo. Asimismo, cada órgano representaría un tipo de energía y emoción diferente. Y aunque cada emoción aflige de un modo selectivo a un determinado órgano también afectará a un grupo de órganos.
Para la MTC la energía del riñón es la energía más esencial y profunda que se posee. Es la que alberga, en desequilibrio, sentimientos de miedo o pánico que no son bien gestionados en general. Y dado que todas las enfermedades suponen para el individuo un agente estresor de primer orden, la enfermedad renal, de grandísima complejidad, sería un referente para expresar el daño amplificado que el estrés y sus emociones representan en el paciente renal crónico.
Comencemos comprendiendo la función del riñón y la etiología de la enfermedad renal. Los riñones desempeñan una gran variedad de funciones fisiológicas, además de ser los encargados de producir la orina. Son órganos esenciales que filtran y eliminan metabolitos y toxinas. Asimismo, conservan el equilibrio de los líquidos, de los electrolitos y del pH. También se encargan de mantener la glucemia y producen enzimas como la renina que ayuda al mantenimiento de la presión arterial u hormonas como el calcitriol (forma activa de la vitamina D) o la eritropoyetina que ayudan a sostener la homeostasis del calcio o la producción de las células de la serie roja, respectivamente.
Conocida como insuficiencia renal crónica, en la actualidad se la denomina genéricamente como enfermedad renal crónica (ERC), ya que se trata de un conjunto de enfermedades que repercuten en la disfunción del riñón. Independientemente de la causa de la nefropatía, se define por la disminución de la tasa de filtración glomerular y/o la presencia de lesiones (anormalidades estructurales o funcionales del riñón) de más de tres meses de evolución.
Además del diagnóstico clínico, su clasificación se ha basado en cinco estadios de severidad en función del estado del filtrado glomerular, siendo el estadio uno el más temprano y el estadio cinco el más severo.
Generalmente se trata de una enfermedad de fácil reconocimiento, sin embargo, el inicio de la misma tiene más dificultades en establecerse. Las causas principales residen en los factores que incrementan su susceptibilidad como el envejecimiento, la obesidad, la hipertensión arterial, el consumo crónico de medicamentos antiinflamatorios, la etnia o la enfermedad cardiovascular. También existen factores de riesgo directo que inician la enfermedad como las infecciones urinarias de repetición, las infecciones sistémicas, las enfermedades autoinmunes, la litiasis renal o la diabetes.
Asimismo, se dan factores de progresión y de estadio final que o empeoran el daño renal o aumentan la mortalidad por fallo renal, respectivamente. Las causas de progresión pueden ser HTA o diabetes mal controlada, la anemia o la dislipemia. Agentes que influyen en el estadio final son las bajas dosis de diálisis, la derivación tardía a nefrología o la hipoalbuminemia, entre otros.
Aunque la posibilidad del desarrollo de una nefropatía aumenta con la edad, se ha producido un aumento de la prevalencia de la ERC en los últimos años, tanto en la población adulta como en la tercera edad, atribuida en gran parte por las comorbilidades relacionadas con la patología. Además, la progresión de la enfermedad a través de los diferentes estadios, muchas veces pasa inadvertida por lo que la prevención y la detección precoz son fundamentales.
Para su diagnóstico se utilizan una serie de marcadores que indican si existe lesión renal como la proteinuria en orina, el conteo de Addis (en el que se observa la presencia de sangre o leucocitos en la orina), desórdenes electrolíticos persistentes o cambios histológicos en biopsia renal. No obstante, los más significativos son el descenso del FG y la presencia de albuminuria.
La ERC es una patología oculta en sus primeros estadios, ya que suele ser asintomática y se detecta en la mayoría de los casos durante la evaluación de otras comorbilidades. Es por ello, que la prevención de las enfermedades crónicas más habituales juega un papel fundamental también en la prevención de la enfermedad renal.
De nuevo, los buenos hábitos de vida son los pilares principales a la hora de evitar el progreso de desequilibrios que conllevan a la pérdida de la salud. Y como en la mayoría de los casos, la salud o la enfermedad no dependen de un solo agente, el seguimiento de un estilo de vida saludable debe establecerse sobre diversos patrones que en sinergia sean benéficos para la vida.
Una vez diagnosticada la enfermedad renal, la cual es de evolución rápida y progresiva, se deben establecer decisiones de tratamiento y de estilo de vida que retarden su progresión.
Entre dichas medidas se encuentra la consecución de una nutrición saludable. Uno de los grandes hándicaps con los que se encuentran los enfermos renales a la hora de enfrentar la nefropatía es la alimentación y su consecuente nutrición. Emociones como la preocupación o desesperanza por la propia enfermedad se unen a la complejidad de su tratamiento médico y nutricional.
El paciente renal encuentra grandes limitaciones nutrimentales: restricciones proteicas, de minerales como el fósforo, el potasio o el sodio, así como la ingesta de líquidos le dificultan uno de sus pilares terapéuticos que es la alimentación diaria.
Por lo tanto, la nutrición es especialmente importante y debe adaptarse y poder acompañar durante todo el tratamiento según los estadios de la enfermedad. Tanto en las primeras etapas, en las que es necesario asegurar el estado nutricional y disminuir la toxicidad urémica, como en estadios más avanzados, en los que se produce la pérdida de masa magra o existe una gran inflamación, donde el objetivo es cubrir los requerimientos aumentados de nutrientes y aumentar la inmunocompetencia para mejorar la calidad de vida.
El acompañamiento del paciente renal es prioritario a todos los niveles. El estrés que provoca cualquier enfermedad puede observarse aumentado en estos pacientes debido a la complejidad de la misma. La necesidad de una red de apoyo es principal. Desde la nutrición integrativa consideramos que el acompañamiento nutricional en el paciente renal es extremadamente importante de acuerdo a dos objetivos. El primero es que el paciente no considere su alimentación como un agente estresor y el segundo es que sea capaz de utilizar su nutrición como una de las grandes medidas terapéuticas para la consecución de su salud.
Sara Rivero
Nº Col: MAD00752